CLAVES DE LA RECRÍA PARA UNA LACTACIÓN MÁS PRODUCTIVA@
Una y otra vez se nos recuerda que la demanda de lácteos y carne para alimentar una población mundial que crece exponencialmente, se incrementará, en consecuencia, de la misma manera (FAO, 2018). Sin embargo, nadie nos asegura que la producción de leche sea rentable en un futuro donde tendremos que competir (produciendo leche y comprado los recursos para ello) con países emergentes y donde las restricciones hacia la protección del medio ambiente tendrán un mayor peso (Britt et al., 2018). Por lo tanto, conseguir aumentar el rendimiento por animal sin incrementar los costes directos de alimentación, siempre debe de ser nuestro objetivo.
El desarollo de determinados procesos metabólicos del recién nacido puede ser alterado tanto antes como después de nacer por la nutrición y el ambiente en el que ambas etapas se desarrollan. En primates por ejemplo, Hinde y Capitanio (2010) fueron capaces de demostrar que la composición y la producción de leche materna afectaba al comportamiento de la descendencia. Recientemente se ha observado en ratones que la descendencia es capaz de desarrollar adaptaciones fisiológicas hacia condiciones ambientales en las que uno de los progenitores fue mantenido, incluso antes de la concepción de dicha descendencia (Sun et al., 2018).
Iván Ansia Vázquez. Ingeniero Agrícola Department of Animal Science. University of Illinois, EEUU Ponencia presentada en las XVI Jornadas Técnicas de Vacuno de Leche de Seragro. Lugo, noviembre 2018
También en humanos, el aporte de nutrientes en ciertos períodos del crecimiento puede ejercer cambios permanentes en el metabolismo (Fall, 2011). En el ganado de leche, diversos aspectos de cómo y cuánto alimento se ofrece desde el nacimiento hasta el destete, también tiene repercusiones en la futura vida productiva en la etapa adulta (Soberon y Van Amburgh, 2013).
Con el propósito de aprovechar este aparente efecto a largo plazo, vamos a explorar dos aspectos del manejo de la recría durante la fase de lactancia: la maximización de la ingesta de alimento (líquido y sólido) durante las primeras ocho semanas de vida, y la llamada “facilitación social” a través de la cría en parejas o grupos desde los primeros días de vida.
Análisis conjuntos de diversos estudios con el mismo propósito (meta-análisis) concluyeron que el incremento de nutrientes a través de la leche y el concentrado, y la ganancia de peso medio diario (GMD) antes de los 56 días de vida, aumenta la producción en la primera lactación entre 450 y 1.300 kg de leche (Chester-Jones et al., 2017; Gelsinger et al., 2016; Soberon et al., 2012). Aparentemente, esta respuesta en producción a largo plazo está relacionada fuertemente con la ingesta de proteína. Esta ingesta de nutrientes durante la lactancia incrementa el crecimiento del tejido celular mamario, lo cual podría explicar un aumento en la producción (Brown et al., 2005). A pesar de que esta teoría no parece explicar completamente este fenómeno (Bach, 2012), y que obviamente otros factores ocurridos a lo largo de la vida del animal influirán sobre la primera lactación, lo cierto es que su repercusión será económicamente relevante (Davis Rincker et al., 2011). Al igual que el efecto sobre la producción de leche, el efecto sobre el tejido celular mamario sólo repercute acorde con el crecimiento ocurrido antes del destete, por lo que parece indicar que las terneras son más sensibles al régimen alimenticio antes del destete, y parece que ese beneficio no se puede recuperar en edades más avanzadas.
En términos de GMD, por cada 100 gr de incremento de peso, las novillas producirán 138,5 kg más de leche, 6,1 kg de grasa y 4,7 kg de proteína durante la primera lactación, siempre y cuando se supere un crecimiento medio de 0,5 kg/d (Gelsinger et al., 2016) Además, las terneras que fueron criadas con altos niveles de ingesta de leche, alcanzarán el primer parto a una edad más temprana que aquellas alimentadas de forma tradicional (Meyer et al., 2006; Raeth-Knight et al., 2009). Visto en términos de ingesta de alimento, por cada aumento de 1 kg de materia seca ingerida al destete, la producción aumentará 286,7 kg en la primera lactación (Figura 1).
Para lograr los mejores resultados, durante la última década numerosos investigadores se han centrado en estudiar los efectos de alimentar con grandes cantidades de leche. Terneras a las cuales se les ofrece acceso a grandes volúmenes de leche, son capaces de doblar la ingesta de nutrientes y ganar más peso (~1 kg/d), con respecto a animales alimentados de manera tradicional (~0,45 kg/d). Las terneras que tienen libre acceso a sus madres, consumen aproximadamente 6 kg/d en la primera semana y 12 kg/d en la novena. Una de las claves de esa ingesta es que son alimentadas con pequeñas cantidades (de 8 a 12 veces al día) (de Passillé et al., 2008). Sin embargo, las terneras lactantes son también capaces de beber esas cantidades incluso en dos tomas diarias, llegando a consumir entre 10-12 litros al día con 4 semanas de vida (2% de su peso vivo en materia seca) (Moallem et al., 2010) ya que al contrario de lo se pensaba, su abomaso se extiende en proporción y no existe flujo de leche hacia el rumen (Johnsen et al., 2015). Además, a pesar de que también se pensaba que grandes ingestas de leche por toma podrían crear en el futuro una resistencia a la insulina afectando a la regulación de la glucosa en circulación, estos efectos parecen ser transitorios y desaparecen pronto después del destete (Yunta et al., 2015)
El consumo de pienso al destete también juega un papel importante en la futura producción de leche. A mayor consumo de alimento sólido (pienso y forraje) al destete, mayor será la producción de leche en la primera lactación (Heinrichs y Heinrichs, 2011). Sin embargo, hasta la tercera semana de vida el consumo de pienso es prácticamente inexistente y además a mayor consumo de leche, menor será el consumo de alimento sólido (Gelsinger et al., 2016).
Por lo tanto, una estrategia que aparentemente cumpliría con ambos objetivos (alta ingesta de leche y de alimento sólido) sería el método denominada “step- down” (bajada escalonada). Esta novedosa metodología consiste en ofrecer leche a una dosis de ~20% del peso vivo hasta los 30 días de vida, para después reducirla hasta el 10% y mantenerla así hasta el destete (Figura 2).
La reducción de la disponibilidad de nutrientes de la leche más el incremento de la capacidad del tracto digestivo causada por las altas ingestas de leche previas, provocan una incremento del consumo de alimento sólido hacia el final de la etapa de lactancia. Los primeros resultados indican que se consigue una mayor ingesta de materia seca total al final de la lactancia y superiores ganancias de peso vivo sin incrementar la incidencia de diarrea (Khan et al., 2007). En otro reciente estudio en el que se investigó la capacidad de ingesta a edades tempranas y sus efectos sobre crecimiento y salud en 5 granjas comerciales (1.264 terneras), se comparó el efecto de alimentar con la dosis máxima del programa de alimentación de cada granja (entre 6 y 8 litros/d) desde el primer día de vida y el sistema convencional haciendo un incremento escalonado durante los primeros 15 días de vida (4-5 l/d a 6-8 l/d). Las terneras alimentadas con la dosis máxima desde el primer día alcanzaron a la 3a semana de vida 1,35 kg más de peso; 110 g/d más de GMD y 0,3 cm más de altura a la grupa, sin mayor incidencia de trastornos digestivos o respiratorios (Knauer et al., 2018). Al contrario de lo que se pensaba, las terneras alimentadas con un alto nivel de ingesta de nutrientes muestran una mayor respuesta del sistema inmunitario y aumentan su resistencia a patógenos diarreicos como Crypstoporidium parvum (Ollivett et al., 2012) y Salmonella enterica (Ballou et al., 2015). Asociar una mayor fluidez de las heces como un síntoma inequívoco de diarrea, es un error que nos llevará al sobrediagnóstico de esta enfermedad en terneras alimentadas con grandes cantidades de leche. A mayor ingesta de leche, mayor es la ingesta de agua (de la leche) y, por lo tanto, mayor es la fluidez de las heces.
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