¿SERÁ LA ALIMENTACIÓN LA CAUSA DE LAS COJERAS?

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¿SERÁ LA ALIMENTACIÓN LA CAUSA DE LAS COJERAS?

Una vez más viajábamos hacía Cantabria para atender un requerimiento sobre un conflicto entre un proveedor de pienso, en este caso una gran cooperativa, y un ganadero. Subíamos en coche, porque nos gusta conducir y el puerto del Escudo es uno de los paisajes más bonitos de España.

Pero sobre todo, llevábamos el coche porque queremos contar con todo el equipo de trabajo por lo que podamos necesitar, desde material de exploración y de toma de muestras, con formol y nevera para conservarlas, hasta equipo de necropsias, de podología, o incluso de cirugía para poder hacer biopsias si fuera necesario. Evidentemente viajar en transporte público con todas esas cosas es complicado.

Ángel Revilla Ruiz 1 y Juan Vicente González Martín 2 1 DVM, Residente Europeo. Hospital

Clínico Veterinario. Universidad Complutense 2 DVM, PhD, Dipl. ECBHM. Profesor Titular Dpto. de Medicina y Cirugía Animal, Fac. Veterinaria, UCM. TRIALVET Asesoría e Investigación Veterinaria SL. (www.trialvet.com / e-mail: trialvet@trialvet.com)

Los conflictos entre los suministradores de alimentación para el ganado, especialmente el pienso, y los ganaderos son muy comunes. Hemos trabajado en muchas ocasiones requeridos por uno u otro lado del conflicto e incluso en ocasiones requeridos por un tercer actor: el nutrólogo.

Hemos trabajado en casos de ganado lechero, de cebo y de extensivo. Y lo hemos hecho también en todos los grados posibles del conflicto, desde asesores de ambas partes en situaciones en las que la confianza entre el proveedor y el ganadero era total y lo que buscaban era el diagnóstico de un problema, hasta, en el peor de los casos, como peritos en demandas judiciales. Evidentemente, como más a gusto y mejor se puede trabajar es cuando ambas partes están previamente de acuerdo, la colaboración es total y por lo tanto, la probabilidad de hacer un diagnóstico correcto y encontrar soluciones al problema es máxima.

En el caso que nos ocupa, nuestros servicios habían sido requeridos por el proveedor del pienso, una gran cooperativa de la zona. La cooperativa, o mejor dicho su gerente, nos había dicho de ante- mano que lo que quería era saber lo que pasaba en la granja, que si el causante era el pienso, lo asumirían sin problema. ¿Y cuál era el problema? La granja tenía dificultades de todo tipo: baja producción, bajas calidades de leche, alto desecho involuntario y sobre todo, cojeras. El ganadero achacaba sus problemas al pienso y quería que la cooperativa lo reconociera.

Ya Hipócrates decía hace dos mil quinientos años –que la comida sea tu alimento y el alimento, tu medicina- y el considerado padre de la medicina lo decía porque lo contrario, que la comida sea causa de enfermedad, es más común de lo que parece, tanto en las personas como en nuestras vacas. Cuando estudiábamos la actual asignatura de Medicina Interna se llamaba Patología Médica y de la

Nutrición. Por todo ello no es de extrañar que a la nutrición, y más concretamente al pienso, muchos ganaderos y veterinarios le achaquen todo tipo de problemas, desde infertilidad a cojeras.

La idea de que las cojeras en las vacas y los terneros están originadas por problemas causados por la alimentación es ampliamente aceptada. Por similitud con la infosura de los caballos, se ha pensado que la causa de las cojeras en las vacas es la acidosis ruminal. Aunque la acidosis ruminal es casi siempre achacada al pienso, realmente la causa está más relacionada con la relación pienso forraje, o, para ser más exactos, la relación entre los carbohidratos fácilmente fermentables y la fibra efectiva. Un mismo pienso puede causar acidosis o no dependiendo del resto de la ración. Y hay que tener en cuenta que cuando hablamos de ración nos referimos a la verdadera, la que ingiere la vaca, y en ésta también influye de manera decisiva el picado, el mezclado, el arrimado, el agua, el espacio de comedero, la densidad de animales y muchos otros factores.

A la visita también había sido convocado el nutrólogo que asesoraba a la cooperativa.

Nada más llegar todos comenzamos el análisis del problema. En primer lugar nos centramos en la ración porque acababa de pasar el carro mezclador repartiéndola. Revisamos la comida en el co- medero para ver si estaba homogéneamente distribuida. Luego el nutrólogo cogió una muestra de la mezcla para analizarla posteriormente en el laboratorio, y cogió otra muestra para allí mismo comprobar el porcentaje de fibra efectiva y el picado de la mezcla. Para ello sacó una pequeña báscula y una caja separadora de partículas de la universidad de Pensilvania y comprobó que la mezcla y el picado estaban dentro de lo admisible.

Después inspeccionamos los corrales para comprobar las heces. Las heces más fluidas de lo normal son indicativas, entre otros problemas, de acidosis ruminal. Las boñigas de las vacas se clasifican del 1 –diarrea muy líquida- al 5 –heces como de caballo- según su consistencia. Se espera que en corrales de producción las heces tengan una clasificación de 3, la típica bosta en forma de pastel con tres o cuatro anillos, con menos de un cinco por ciento de animales que estén por encima o por debajo de esa categoría. Tampoco observamos anormalidad en las heces. Y finalmente el nutrólogo cogió una muestra de heces y diluyéndola y colándola comprobó el tamaño de las partículas no digeridas.

Esa prueba también dio resultados normales. Por el momento no había indicios de acidosis ruminal.

Por nuestra parte preguntamos por la incidencia de enfermedades ligadas a la acidosis ruminal como el timpanismo, o las hemorragias por nariz o boca causadas por abscesos pulmonares origina- dos por metástasis de abscesos hepáticos de origen ruminal debidos a acidosis subclínica. Ninguno de los dos problemas se había visto y diagnosticado en la granja. Por todo ello no parecía que hubiera un problema de acidosis en la granja, pero podía haberlo habido anteriormente y ser el causante de las cojeras.

El siguiente paso era diagnosticar el tipo de cojera. En la granja se veían vacas que presentaban cojera de distintos grados. Como había vacas que tenían vendas o zapatos en alguna pezuña preguntamos al propietario por informes del podólogo para ver qué enfermedades había, cuántos animales había afectados y cuándo enfermaban. Desgraciadamente nos dijo que su podólogo, casquero me dijo él, no hacía informes, que no era veterinario, pero que trabajaba muy bien y que no pensaba llamar a ningún otro. Y continuó diciendo que las vacas tenían aguaduras y le habían dicho que era por el pienso. Nosotros no teníamos intención de sugerirle que cambiara de podólogo, pero había que hacer el diagnóstico.

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