ADSORBENTES DE MICOTOXINAS COMO ESTRATEGIA DE CONTROL EN LAS RACIONES
Tipos, eficacia e interaccionesnes
Introducción
Las micotoxinas son metabolitos secundarios de los hongos que se producen en condiciones climáticas desfavorables o durante el almacenamiento y transporte de las materias primas y suponen un riesgo potencial para la salud animal y humana (Yannikouris y Jouanny 2002; Jouany et al., 2005).
A. Kihal y Sergio Calsamiglia Departamento de Ciencia Animal y de los Alimentos Servicio de Nutrición y Bienestar Animal Universidad Autonoma de Barcelona
El desarrollo de los hongos y la posterior contaminación con micotoxinas requiere, en la mayor parte de los casos, un cierto grado de humedad, temperaturas elevadas (25-30oC), la presencia de oxígeno (1-2%) y la disponibilidad de nutrientes. Esta disponibilidad depende, en buena medida, de la integridad de los granos de cereales o leguminosas, de tal manera que la presencia de granos rotos o afectados por insectos u otras plagas permite el acceso de los hongos al interior de éstos para la obtención de nutrientes. De la misma manera, las harinas, donde el acceso de los hongos a los nutrientes es mucho más fácil, incrementan el riesgo de infestación por hongos y la posterior presencia de micotoxinas (CAST, 2003).
Los efectos de las micotoxinas son muy diversos y con frecuencia difusos y comunes entre las distintas micotoxinas. Por ejemplo, reducen la ingestión y consecuentemente la producción (sea la producción de leche o la reducción de la ganancia de peso), afectan a la reproducción con una reducción de la fertilidad y una mayor incidencia de abortos, y la capacidad de respuesta inmunitaria que conduce a una mayor incidencia de patologías (Lubulwa y Davis, 1994; Akande et al., 2006). En conjunto, tienen consecuencias importantes en la salud del animal, una reducción de la productividad y un aumento en el riesgo de transferencia de las micotoxinas a la cadena alimentaria humana, reduciendo en su conjunto la rentabilidad de la industria (CAST 2003; Yannicouris y Jouanny, 2002).
La presencia de micotoxinas es ubícuita, con más del 25% de los productos agrícolas contamina- dos (Ayub Shetu Bekete, 2016; Lawlor y Lynch, 2005). De los alimentos de uso frecuente, los cereales son los que más contribuyen a la presencia de micotoxinas, no sólo porque son susceptibles a contener micotoxinas, sino por su contribución a la ingesta total tanto de animales como humanos. Entre ellos, el maíz es el más contaminado, seguido por la cebada, el trigo, el sorgo y el arroz.
Los subproductos de cereales son también de riesgo, ya que suelen concentrar las micotoxinas y pueden contaminarse durante el procesado o posterior almacenamiento. Las leguminosas, aunque en un grado algo inferior, son también fuentes frecuentes de contaminación. Por último, y relevante en muchos casos, la presencia de micotoxinas en forrajes conservados (silos, henos y pajas) constituye una fuente importante de contaminación en la dieta de los rumiantes.
Cuando se consideran las pérdidas ocasiona- das por las pérdidas en cultivos, los costes asociados con el control y la prevención y el impacto en la producción animal y la cadena alimentaria, el coste económico se ha estimado en 932 millones de dólares anuales en EEUU. Además, hay que considerar las implicaciones de la presencia de contaminantes en huevos, leche y carne que afectan a la salud humana (CAST, 2003).
Principales micotoxinas y sus efectos
Existe una gran variedad de micotoxinas con más de 300 identificadas. Sin embargo, sólo unas 20 tienen alguna afectación en alimentación animal. De estas 20, la mayor parte pertenece a las familias de las aflatoxinas, las ocratoxinas, las fuminisinas y los tricotecenos (Figura 1).
Las aflatoxinas son producidas por especies del género Aspergillus. Hay cuatro tipos de aflatoxinas: la aflatoxina B1, La aflatoxina B2, la aflatoxina G1 y la aflatoxina G2. Además, estas micotoxinas se hidroxilan durante el proceso de digestión y metabolismo en la vaca lechera y se excretan en la leche como derivados, llamados aflatoxina M1 y M2 (Allcroft y Carnaghan, 1963). Las aflatoxinas son carcinogénicas, hepatotóxicas, teratogénicas e inmunosupresoras (Ciegler, 1975; Thaxton et al., 1974). Las aflatoxinas son probablemente las más estudiadas, posiblemente porque tienen efectos más tóxicos en humanos. A modo orientativo, la Tabla 1 muestra la relación entre la concentración de aflatoxinas en la dieta y las consecuencias productivas.
Las ocratoxinas son un conjunto de micotoxinas producidas por especies del género Aspergillus y Penicillium. En la actualidad, solo la ocratoxina A (OTA) y B (OTB) son relevantes en la alimentación de los rumiantes. La ocratoxina A es la más frecuente y tóxica y contamina principalmente cereales. Una vez absorbidas, causan nefrotoxicidad, hepatotoxicidad e inmunosupresión (Bennett y Klich, 2003; Surai y Dvorska, 2005). Sin embargo, debido al metabolismo bacteriano ruminal, las ocratoxinas son menos tóxicas en los rumiantes, aunque pueden generar problemas (Eshetu et al., 2016).
Las fumonisinas son una familia de micotoxinas producidas por especies de género Fusarium. Estas micotoxinas se clasifican en 2 series: la Serie A, que son amidas (fumonisina A1, fumonisina A2) y la Serie B,
que son aminas (fumonisina B1, fumonisina B2, fumonisina B3 y fumonisina B4) (Gelderblom et al., 1992). La fumonisina B1 y B2 son las más frecuentes en condiciones de campo y afectan a la funcionalidad del hígado y los riñones (Sydenham et al., 1996).
La zearalenona es una micotoxina no esteroidal producida por especies del género Fusarium y tiene efectos similares a los estrógenos femeninos. Como consecuencia, se producen alteraciones de la función reproductiva reduciendo la fertilidad e incrementando el riesgo de abortos (Guevel y Pakdel, 2001). Finalmente, los Tricotecenos son una familia de micotoxinas producidas por especies del género Fusarium que afectan a la salud del animal y su productividad. Aunque se han descrito más de 40 derivados, la T-2 y el deoxinivalenol (DON o vomitoxina) son las más importantes. Estas micotixinas producen lesiones en la mucosa intestinal y tienen un importante efecto inmunosupresor (Devegowda y Murthy, 2005).
Además de las consecuencias derivadas de la presencia de micotoxinas en las materias primas, el mismo crecimiento de los hongos deteriora la calidad nutritiva de la materia prima y las micotoxinas pueden afectar a los procesos de digestión, reduciendo la digestibilidad y/o absorción de nutrientes. Estos efectos pueden reducir el valor nutritivo de la dieta y generar pérdidas adicionales sutiles pero económicamente relevantes (Schaeffer y Hamilton, 1991; Wyatt, 2005; Wyatt, (2005).
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