BIENESTAR Y COMPORTAMIENTO NATURAL EN VACUNO DE LECHE
El estrés se produce cómo una respuesta biológica del animal frente a la percepción del peligro, y no necesariamente tiene que existir una situación real de peligro, es suficiente con que el animal lo perciba o asocie con una situación de peligro (Juaristi y col., 2004). Conocer las pautas de comportamiento de los bovinos reporta beneficios para el manejo, consiguiendo así disminuir dentro de lo posible las situaciones de estrés, también permite identificar el inicio de enfermedades y un aumento en la producción.
Y. Trillo M. Vigo L.A. Quintela M. Barrio J.J. Becerra A.I. Peña P.G. Herradón
Sin embargo, conocer la etiología del ganado vacuno no se debe considerar como el factor más importante para el manejo, ayuda a mejorarlo, pero no hay que olvidar los factores que permiten una buena producción (sanidad, alimentación, instalaciones, gestión, etc.). Un manejo con pautas contrarias al comportamiento natural influirá de forma negativa impidiendo la utilización eficiente y máximo aprovechamiento de los recursos disponibles (de Elía, 2002).
Factores como el calor, los insectos, el estrés social o la interacción con el ganadero, influyen en la ingestión y en la rumia del vacuno de leche. Su control incide directamente en la producción (Manteca, 2006).
Los cambios inducidos por el estrés se originan a nivel del sistema nervioso central y desde aquí se activa el sistema nervioso autónomo (que tiene poco efecto a nivel del bienestar y la producción) y el sistema neuroendocrino, donde intervienen el eje hipotálamo- pituitario-adrenal (Sánchez, 2007). Si este eje se activa, se liberan una serie de hormonas que afectan a distintos sistemas. En situaciones de estrés ocurren una serie de desórdenes hormonales que afectan sobre todo al aparato reproductor y a la locomoción y, ambas van ligadas, repercutiendo negativamente una sobre a otra (Walker y col., 2008). Ante una situación de tensión, aumentan los niveles de liberación de CRH, lo que desencadena la liberación de la hormona Adrenocorticotropa (ACTH) y como consecuencia de glicocorticoides, provocando una cierta inmunosupresión en la vaca, además, las hormonas tiroideas disminuyen el aporte de nutrientes para realizar otras funciones, sobre todo en respuesta al estrés por calor.
Una disminución de las hormonas reproductivas (GnRH, LH y FSH), que repercute en los parámetros reproductivos (menor manifestación de celos, descenso de la fertilidad, etc.), también activa las hormonas relacionadas con la isminución del apetito (menor ingestión de materia seca) y, en la sala de ordeño, la adrenalina liberada por el estrés bloquea la oxitocina y por lo tanto, la correcta eyección de la leche (Franquesa Oller, 2004).
El comportamiento de alimentación incluye la ingestión de alimento y agua, y la conducta de la rumia. La ingestión de alimento es uno de los factores que tiene un mayor efecto sobre la producción de leche y, uno de los principales objetivos en una explotación de vacas de leche es aumentar el consumo voluntario de materia seca (NRC, 2001).
Por otra parte, la conducta de alimentación es muy sensible a las situaciones de estrés. En efecto, cuando un animal percibe una amenaza -real o no- responde con un aumento en la síntesis y secreción de CRH por parte del núcleo paraventricular del hipotálamo. La CRH actúa directamente sobre las estructuras nerviosas que controlan la ingestión de alimento, ejerciendo un efecto inhibitorio sobre la misma (Matteri y col., 2000).
La ingestión de agua está estrechamente relacionada con la ingestión de materia seca. Así, si esta disminuye, como ocurre en una situación de estrés, la ingestión de agua también se reduce, con el cual, disminuye la producción de leche, porque esta depende del consumo de agua. En situaciones de estrés por calor, las necesidades de agua se ven incrementadas mientras que el consumo de materia seca disminuye (NRC, 2001). Además de la cantidad de agua ingerida, la temperatura de esta también influye sobre su consumo, y algunos estudios parecen indicar que la ingestión de agua fresca puede tener un efecto refrigerante en situaciones de estrés por calor (Wilks y col., 1990).
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