COCCIDIOSIS, UNA ENFERMEDAD CON MUCHAS CARA
A lo largo de mi vida profesional me he encontrado con ganaderos de ganado lechero que afrontaban los posibles problemas parasitarios de su ganado de muy diferentes maneras. Por un lado, estaban los que aplicaban de manera preventiva múltiples productos antiparasitarios, a animales de todas las edades. Esas aplicaciones se hacían individualmente en momentos fijos de la vida de cada animal, por ejemplo, al nacimiento o al secado; o coincidiendo con quehaceres o la aplicación de otros tratamientos en masa, como por ejemplo las pruebas de control de la tuberculosis o la aplicación de vacunas. En el lado opuesto, estaban los ganaderos que no aplicaban ningún tipo de tratamiento antiparasitario, ni de manera individual ni colectiva. Entre medias había ganaderos, la mayoría, que aplicaban algún producto, en algún momento, a algún animal. Lo que tenían en común casi todos los ganaderos de los tres tipos anteriores era que no basaban sus decisiones en estudios previos de la si- tuación y necesidades de sus animales. Trataban o no sin comprobar previamente si lo necesitaban.
Juan Vicente González Martín y Raquel Patrón Collantes
Hay muchos tipos de parásitos, desde los microscópicos que están formados por una sola célula hasta los que miden varios centímetros o incluso metros como las tenias. También tienen ciclos de vida muy diversos, pasando parte de su vida fuera del animal parasitado, en el suelo, en otro animal de la misma especie o en otros animales de otras especies. Las relaciones con el animal parasitado, más concretamente con su sistema inmune, son muy complejas, siendo el conocimiento de todos esos factores imprescindible para su control.
El conocimiento comienza por saber qué tipos de parásitos hay en nuestro ganado. Para ello hay que tomar muestras y hacer análisis. Una vez que sabemos lo que tenemos hay que conocer los factores de riesgo que sufren los animales y diseñar un plan de control. Como comentaba, muchos ganaderos aplican tratamientos antiparasitarios de manera sistemática pensando que así se curan en salud. Esto no tiene sentido. Si sus animales no tienen el parásito o parásitos frente al que actúa el producto están tirando el dinero. Hay casos en los que incluso no hace falta hacer análisis para saberlo. Por ejemplo, si tenemos animales que no salen a pastar, que están dentro de la granja toda su vida, no hará falta hacer análisis de heces en busca de trematodos hepáticos, como la fasciola o el dicrocelium, porque esos parásitos necesitan pasar parte de su vida en un caracol y una hormiga respectivamente, que son hospedadores intermediarios, e infestan a nuestros animales, los hospedadores definitivos, exclusivamente cuando son ingeridos al pastar hierba fresca. En ocasiones, me encuentro en alguna granja envases con alguno de esos productos antiparasitarios, entonces pregunto al ganadero :
– ¿Por qué tratas a tus animales con ese producto si tus vacas no tienen ese parásito? – Mal no le hará… – me contestan….A lo que yo replico: ¿Y tú te desparasitas…?
En el lado opuesto, están los ganaderos que no desparasitan con nada en absoluto. Y podréis decirme que es posible que sus animales no tengan parásitos. Sin embargo, hay parásitos que pueden encontrarse en la mayoría de los animales de casi todas las granjas porque no necesitan hospedadores intermediarios y porque hay animales portadores sanos, normalmente animales adultos, en los que viven permanentemente y sirven de fuente de contagio a los jóvenes. Además, cuando están fuera de nuestros animales son muy resistentes a las condiciones climáticas y los desinfectantes.
Entre esos parásitos se encuentran los coccidios del género Eimeria, protistas del filo Apicomplexa, con tres especies principales: E. bovis y E. zuernii y E. alabamensis, causantes de la coccidiosis bovina. Estos parásitos intracelulares se encuentran en prácticamente todos los rebaños de vacas del mundo, por lo que su presencia se puede considerar ubicua, lo cual no quiere decir que siempre causen enfermedad, pero en estos casos en los que no se observa enfermedad clínica, si puede causar pérdidas, fundamentalmente reduciendo la ganancia media diaria de peso. La coccidiosis también se interrelaciona con el síndrome respiratorio bovino, pudiendo una enfermedad predisponer a la otra. Es posible que en la granja la coccidiosis pueda ser un problema y no nos hayamos dado cuenta, por ello vamos a describir los signos clínicos de la enfermedad.
La diarrea
La diarrea es el signo clínico por excelencia. Debido al ciclo biológico del parásito aparece después la cuarta semana de vida, por lo que no se solapa con la diarrea neonatal del ternero que aparece antes de esos días. La enfermedad suele alcanzar hasta los seis meses de edad, aunque terneros mayores que no hayan desarrollado inmunidad pueden verse afectados más tarde. De cualquier manera, el cuadro clínico es muy diferente del de la diarrea neonatal. Las terneras afectadas rarísimamente sufren una deshidratación y acidosis metabólica que precise tratamiento intravenoso. Con que tengan agua fresca abundante suele ser suficiente, aunque en casos extremos podemos administrar un rehidratante oral. La diarrea neonatal suele ser muy acuosa, amarilla o blanquecina, mientras que la diarrea provocada por los coccidios suele ser grisácea con consistencia desde líquida hasta pastosa. También es frecuente ver manchados con esa diarrea los cuartos traseros de los enfermos. No debe confundirse con la diarrea causada por la acidosis ruminal, por un consumo excesivo de pienso, que es clara, profusa y con olor ácido.
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