¿CÓMO SE PUEDE AUMENTAR LA SOSTENIBILIDAD DE UNA GRANJA CON LA ALIMENTACIÓN Y LA MEJORA GENÉTICA?
La mejora de la calidad del forraje, el ajuste del nivel de proteína en la dieta y el empleo de aditivos alimentarios pueden contribuir en reducir las emisiones entre un 10% y un 30%. Además, la mejora genética puede ayudar a los animales a convivir mejor con el cambio climático.
ALEJANDRO GÓMEZ
La dieta de los animales de vacuno de leche es un instrumento ajustable, capaz de reducir las emisiones de metano a través de una mejor digestión de forrajes de calidad, con niveles ajustados de proteína y fósforo. La elección de los ingredientes idóneos y la regulación del empleo de subproductos de la industria agroalimentaria pueden suponer un avance en la reducción del impacto medioambiental de la producción lechera. Así lo explican David Yáñez y Óscar González, investigadores del CSIC, en un capítulo de la monografía El sector lácteo en España, publicada por Cajamar.
Por otra parte, la mejora genética tiene un papel importante de cara a la sostenibilidad. Al igual que hasta el momento se avanzó en los cruces para que los animales tengan mayor longevidad y detener lo deterioro de la funcionalidad de la vaca por los niveles de producción, hace falta seguir trabajando para enfrentarse al cambio climático, generando una mayor tolerancia en las granjas al estrés por el aumento de las temperaturas, o mejorando la eficiencia alimentaria en las razas lecheras.
Alimentación y sostenibilidad
Una parte sustancial del impacto ambiental de la ganadería lechera está vinculada a diferentes aspectos relacionados con la alimentación de los animales. El punto de encuentro entre estos dos hitos está en la producción de materias primas para la fabricación de piensos o cultivo de forrajes, en el aprovechamiento digestivo de los alimentos y en el manejo de las deyecciones, y en la gestión del pastoreo, según detallan David Yáñez y Óscar González, investigadores del CSIC, en ‘Alimentación y mejora genética de vacuno lechero’. Asimismo, los investigadores del CSIC hacen referencia a que “en España se pueden considerar dos tipos de explotaciones lecheras de vacuno; aquellas en las que el ganado está totalmente estabulado con una alimentación controlada basada en un 50-60% de forrajes y un 50-40% de concentrados, y una minoría en las que un 25%, aproximadamente, del total de la dieta proveen del pastoreo con el suplemento de ensilado de hierba o maíz y concentrado”. De este modo, aunque “las emisiones que ocurren en la granja son generalmente superiores en los sistemas que incluyen pastoreo, en los estabulados en los que los insumos externos son altos, aumentan proporcionalmente aquellas que provienen de fuera de la explotación”, explican Yáñez y González.
Entonces, ¿qué estrategias alimenticias existen a cara descubierta la mitigación de los GEI?
En ‘Alimentación y mejora genética de vacuno lechero’ se hace hincapié en cuatro factores principales de la dieta de este tipo de ganado, en los que tres están encaminados a reducir las emisiones directas: la calidad de la ración, la modulación microbiota ruminal mediante aditivos nutricionales, el ajuste de las necesidades de nitrógeno, y el cuarto, centrado en la merma de las emisiones indirectas, fundamentado en la incorporación de alimentos con una huella de carbono reducida.
De este modo, la importancia de la calidad nutritiva de la ración está relacionada directamente con la fermentación entérica. El factor principal que determina la producción del metano en el rumen es la digestibilidad de la materia; a medida que esta es mayor,
menor energía se pierde en forma de metano. Así, el empleo de un silo de hierba de calidad excelente supone una reducción de la pérdida de energía en forma de metano, que ronda un 3,8%, mientras que un silo de calidad quinta supera el 7%, siguiendo los datos publicados por Yáñez y González. Por lo tanto, la clave reside en el empleo de forrajes con alta digestibilidad y adecuada fibra que permitan rumiar sin comprometer la salud de la vaca o el contenido de su producción.
España, el porcentaje de pérdida de energía bruta en forma de metano oscila entre el 4,69% para las dietas más digeribles, al 7,58% para aquellas de peor calidad
En cuanto a la modulación microbiota ruminal, se contempla el empleo de aditivos en la dieta. Estos aditivos contienen extractos de diferente naturaleza, como flavonoides, taninos o saponinas, a los que los investigadores del CSIC Yáñez y González se refieren como aditivos fitogénicos, mostrando que “algunos de ellos mostraron la capacidad de reducir entre un 5% y un 15% la producción de metano en el rumen”. A pesar de estos resultados, destacan que “estas reducciones no van acompañadas de mejoras en la productividad o la eficiencia digestiva animal”.