EL IMPACTO DEL ESTRÉS POR CALOR EN EL ESTADO INMUNOLÓGICO DE LAS VACAS LECHERAS
Es bien sabido que el estrés por calor (HS) influye negativamente en el bienestar, la salud y la productividad de las vacas lecheras.
Israel Flamenbaum, Ph.D. Cow Cooling Solutions, Ltd, Israel
El estrés por calor es un problema global multimillonario. Deteriora el rendimiento de las vacas durante el verano cuando las vacas están expuestas a altas temperaturas ambientales, radiaciones solares directas e indirectas y alta humedad. Si bien se han logrado avances significativos en las últimas décadas para mitigar el impacto negativo de HS, como la modificación física del medio ambiente para proteger a las vacas de la radiación solar y el calor, o ayudarlas a disiparlo en el medio ambiente. Todavía sigue siendo un desafío importante para la industria láctea, que compromete la salud y el bienestar del ganado lechero, así como la economía de los agricultores y la industria. En tal escenario, es esencial tener una buena comprensión de cómo el sistema inmunológico del ganado lechero responde a la HS e identificar las respuestas variables entre las vacas. Esta comprensión ayudará a enfrentar mejor el estrés por calor, a través de mejoras nutricionales y de manejo y, en paralelo, identificar vacas lecheras resistentes al calor a través de mejoras genéticas, para apoyar la producción sostenible de ganado lechero.
El estrés por calor (HS) es un fenómeno complejo que desencadena una variedad de mecanismos de respuesta de las vacas que tienen un impacto negativo en su bienestar y producción. Si bien estos efectos negativos están bien establecidos y se sabe que están asociados con las respuestas de producción, estudios recientes muestran que la HS produce efectos negativos en la respuesta inmune de la vaca lechera y, por lo tanto, influye indirectamente en el rendimiento de la vaca. El estrés por calor afecta negativamente el sistema inmunitario de las vacas a través del eje hipotalámico-pituitario- suprarrenal, así como un cambio en la función inmunitaria adaptativa, lo que debilita la función inmunitaria de las vacas.
Hay suficientes datos que demuestran el impacto del aumento de la temperatura y la humedad en las respuestas endocrinas a la HS en el ganado lechero, especialmente los cambios en la concentración de hormonas como el estrógeno, la prolactina y el cortisol, que también brindan una indicación del posible impacto en el sistema inmunológico.
La mastitis representa una de las principales enfermedades del ganado inducidas por patógenos durante la lactancia, y hay evidencia de que el estrés por calor exacerba la aparición de la enfermedad debido a sus efectos sobre la función inmunológica, lo que resulta en reducciones en el rendimiento y la calidad de la leche, y en paralelo, aumento en el uso de medicamentos y en la tasa de sacrificio de vacas. Asimismo, también se ha observado durante décadas una vinculación de las enfermedades uterinas con el estrés por calor. Se encontró que el porcentaje de vacas con placenta retenida y metritis se duplicó en el verano en relación con el invierno. Los datos recopilados de vacas que independientemente de la carga bacteriana, y una mayor persistencia de los impactos negativos de dichas enfermedades en el rendimiento, cuando ocurren en los meses de verano frente a los meses de invierno.
Hay al menos cuatro formas posibles en las que el estrés por calor afecta la función inmunológica de las vacas:
1. El estrés por calor reduce la liberación de la hormona estrógeno, que tiene un efecto de mejora inmunológica, al modular la función de las células B.
2. El estrés por calor suprime la síntesis y liberación de citocinas, que tienen funciones importantes en la reparación del daño tisular inducido químicamente y en la modulación de las reacciones inmunitarias.
3. A medida que aumenta la intensidad del estrés por calor, la capacidad fagocítica de las células disminuye, lo que indica una disminución funcional en la resiliencia del sistema inmunitario.
4. El estrés por calor provoca una reducción en el consumo de alimento, lo que provoca una depresión de la actividad de la glándula tiroides y conduce a una disminución de los niveles de hormona tiroidea. Esto puede afectar significativamente la función del sistema inmunológico, ya que las hormonas tiroideas tienen un papel importante en la autoinmunidad y la eliminación de patógenos.
La reducción de la inmunidad en condiciones de estrés por calor puede ocurrir en el período pre y postnatal de las crías recién nacidas, en el período seco y en la lactancia. En el período seco, que puede caracterizarse también como el período de “no lactancia entre lactancias sucesivas”, podemos observar en el ganado lechero incidencias elevadas de enfermedades patogénicas y metabólicas. Las nuevas infecciones intramamarias alcanzan su punto máximo alrededor del secado y el parto, en relación con todas las demás fases de la lactancia. Las tasas de incidencia varían según la estación, pero suelen ser más altas en verano que en invierno. El potencial de una mayor carga de patógenos aumenta con la temperatura ambiente alta del verano y afecta negativamente la función inmunológica de las vacas. Se observó en los períodos secos, correspondientes a los meses de verano, la mayor incidencia de mastitis, enfermedad respiratoria y abomaso desplazado, lo que sugiere que las altas temperaturas ambientales en verano redujeron la competencia inmunológica de las vacas y pueden alterar la respuesta al postparto. desafío de patógenos, especialmente al comienzo de la lactancia.
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