LOS BENEFICIOS DE LA METIONINA EN LA ETAPA DE TRANSICIÓN

Teniendo en cuenta que el periodo de transición es uno de los más críticos en la producción lechera, en este trabajo nos detenemos en los múltiples beneficios que reporta la suplementación con metionina en la salud de nuestras vacas, que repercutirán en un mejor rendimiento lechero.

Enrique Fraile Pernaute Técnico de Rumiantes Adisseo

De todas las fases de la producción del vacuno lechero, la transición es probablemente el periodo más crítico de todos, y no es precisamente el que más atención recibe. Es el paso de vaca seca a animal de alta producción. Esta fase abarca desde 2-3 semanas antes del parto hasta 3-4 semanas después. Durante este periodo, la vaca está expuesta a un gran número de situaciones de riesgo que pueden limitar el rendimiento lechero, la reproducción y la salud del animal.

En esta fase el animal experimenta muchos cambios físicos y metabólicos que se manifiestan principalmente tras el parto en los siguientes puntos: disminución de la respuesta inmune, estado de inflamación, balance nutricional negativo, estrés oxidativo de hipocalcemia… Estos trastornos desencadenan en multitud de problemas, como metritis, mamitis, problemas reproductivos (animales no quedan preñados) y, por supuesto, disminución de la producción.

LA METIONINA ACTÚA EN MULTITUD DE PROCESOS QUE SE PRODUCEN EN EL HÍGADO, LO QUE FAVORECE SU CORRECTO FUNCIONAMIENTO

Para empezar, nos encontramos con que hay una disminución de la ingesta de materia seca, más marcada en los días más próximos al parto y que coincide con un aumento de las necesidades de nutrientes para la síntesis de la leche: glucosa, aminoácidos y minerales. Además de esta alteración del consumo, tras el parto hay un cambio en la alimentación, de una dieta más fibrosa se pasa a una muchísimo más concentrada, pero los microorganismos ruminales no están adaptados a esta nueva alimentación, con lo que la obtención de nutrientes a partir de la dieta tampoco es la óptima.

Todo esto sumado hace que el animal entre en un balance nutricional negativo, que se hace especialmente patente en el desequilibrio energético, aunque también hay un déficit de proteína metabolizable y de aminoácidos digestibles, metionina y lisina.

Para satisfacer esta demanda, el animal moviliza sus reservas corporales, principalmente el tejido adiposo, para obtener energía. Como consecuencia, hay una liberación de gran cantidad de ácidos grasos no esterificados (NEFA) que llegan al hígado y siguen su metabolismo normal; el problema es que la cantidad de NEFA que llega es tan grande que el hígado no es capaz de responder a la velocidad suficiente; entonces, aumenta el riesgo de cetosis y de acumulación de triglicéridos , que puede terminar en una lipidosis hepática (daños en las células del hígado).

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