MANEJO ALIMENTARIO DE LA VACA EN TRANSICIÓN

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LA VACA EN TRANSICIÓN     

Dr. Javier Martín-Tereso y Dr. John Doelman
Trouw Nutrition Research and Development, Boxmeer, Países Bajos

1.- INTRODUCCIÓN

En el actual sistema de producción láctea la longevidad es el factor limitante para la eficiencia en el uso de recursos y consecuentemente también para el beneficio económico de las explotaciones. La nutrición en las semanas alrededor del parto es fundamental para la salud a lo largo de la lactación, y determina que la vaca alcance o no una siguiente lactación.

En todas las especies de mamíferos, la transición entre la gestación y la lactación supone cambios en la partición de nutrientes y requiere múltiples adaptaciones metabólicas. En la vaca de leche moderna estos cambios son más abruptos que en otras especies animales, puesto que su producción de leche excede en gran medida las necesidades nutricionales del ternero que gestan. Esto supone una discontinuidad en sus necesidades nutricionales que es extremadamente inusual entre los mamíferos. Hay que destacar principalmente tres adaptaciones que requieren la atención del nutricionista: el metabolismo del calcio, el metabolismo energético y la competencia digestiva, ya que una adaptación inadecuada resulta respectivamente en hipocalcemia, cetosis y acidosis.

Estas adaptaciones mencionadas son de tipo homeorrético, ya que tienden a converger hacia una trayectoria dinámica, que en este caso es la incipiente lactación. A diferencia de las adaptaciones homeostáticas, que tienden a volver a un estado de equilibrio, la lactación es un objetivo en movimiento y cada día de retraso en la convergencia el objetivo se va alejando. Los animales que no se adaptan a tiempo para encontrar este equilibrio dinámico en la lactación, no alcanzarán una nueva lactación, ya sea por deterioro de salud o por incompetencia reproductiva.

El propósito de la dieta de preparto debería ser anticipar las condiciones de la lactación, para poner en marcha la adaptación del metabolismo del calcio, energía y competencia digestiva. Esta dieta se ofrece tres semanas antes del parto para que, a pesar de la variación natural del periodo de gestación, todas las vacas estén expuestas a estas condiciones nutricionales por al menos una semana.

2.- ADAPTACIÓN DEL METABOLISMO DEL CALCIO

Todas las estrategias nutricionales para la prevención de la hipocalcemia en el periparto, están basadas en el principio de crear un déficit de calcio para activar la absorción gastrointestinal (Martín-Tereso y Verstegen, 2011). En el periodo seco el sistema regulador mantiene la absorción activa suprimida, dado el exceso relativo de aporte en la dieta respecto a las necesidades nutricionales. El cambio de configuración del metabolismo del calcio requiere un mínimo de uno o dos días, y es en este periodo de transición en el que se pierde la homeostasis del calcio (Martín- Tereso y Verstegen, 2011).

La reducción de la diferencia catión-anión induce un estado de hipercalciuria (Roche et al., 2003) inactivando el canal proteico renal responsable de la reabsorción (Suzuki et al., 2008). Esta pérdida inducida de calcio es equivalente a un incremento de las necesidades que requiere una compensación a través de la absorción intestinal (MartínTereso y Verstegen, 2011). La magnitud de estas pérdidas urinarias de calcio adicionales es comparable a las necesidades de crecimiento de las novillas en preparto, las cuales habitualmente no presentan signos externos de hipocalcemia. La reducción de la disponibilidad nutricional del calcio es una alternativa a la reducción del balance catión-anión que es inocua con el equilibrio ácido-base fisiológico. En este caso, la absorción pasiva es insuficiente para cubrir las necesidades de mantenimiento de calcio, y requiere la activación de la absorción intestinal para mantener la homeostasis (Green et al., 1981).

Formular dietas bajas en calcio no es suficiente para inducir esta adaptación dentro de los límites prácticos de disponibilidad de materias primas comunes. Las zeolitas usadas como antagonistas de la disponibilidad del calcio son efectivas para este propósito (Thilsing-Hansen y Jorgensen, 2001). Aun así, es necesario buscar un equilibrio entre su eficacia en la prevención de la hipocalcemia y su efecto negativo sobre la ingesta de materia seca (Grabherr et al., 2009). El salvado de arroz desengrasado protegido de la degradación ruminal también reduce el calcio disponible y no afecta negativamente la ingesta (Martín-Tereso et al., 2014). En este caso, la inclusión efectiva puede llegar a ser una fracción sustancial de la dieta. Dependiendo del nivel de calcio de la dieta basal esta inclusión efectiva varía entre uno y tres kilogramos (Martín-Tereso et al., 2016).

Independientemente de la estrategia de prevención elegida, la disponibilidad de calcio en el tracto gastrointestinal en torno al parto es un factor determinante. Intervenciones como la suplementación oral puntual ayudan a mantener la calcemia en los días uno y dos posteriores al parto (Fowers, 2015). Por el contrario, publicaciones recientes apuntan a que las infusiones intravenosas de calcio inducen un estado transitorio de hipercalcemia que vuelca el sistema regulatorio e induce hipocalcemia horas después, incluso en animales que no la padecían antes de la intervención. (Albright y Blosser, 1957) adaptado por (Martín-Tereso y Martens, 2014) (Blanc et al., 2014).

3.- ADAPTACIÓN ENERGÉTICA

La adaptación del metabolismo energético presenta múltiples analogías con lo descrito para el calcio. Investigaciones recientes apuntan a que los animales que en el preparto se encuentran en un balance energético entre neutral y ligeramente negativo tienen un mejor arranque de la lactación. Por el contrario, las vacas que están ganando peso sufren el reto de cambiar en pocos días desde un estado anabólico al inevitable estado catabólico del comienzo de la lactación. Tal como en el caso del metabolismo del calcio, el cambio del estado anabólico al catabólico no es inmediato, y la reconfiguración requiere varios días para ser efectiva (DiMarco et al., 1981; Ingle et al., 1973).

Ha sido práctica común formular dietas densas en energía y promover un balance energético positivo antes del parto. Esto resulta en un consumo excesivo de energía y en un incremento del riesgo de problemas metabólicos (Janovick y Drackley, 2010; Mann et al., 2015). Al contrario, un balance energético cercano a la neutralidad, parece afectar positivamente la salud durante la lactación. En concreto, dietas ricas en forraje han probado reducir la incidencia de cetosis, con concentraciones de NEFA (ácidos grasos no esterificados) y BHBA (ácido betahidroxibutírico) menores que en dietas de alta energía preparto (Mann et al., 2015; Vickers et al., 2013).

Recientemente ha sido descrito que esto ocurre a través de una reducción de los niveles de leptina, que puede promover la conservación de glucosa y energía durante el inevitable balance energético negativo del comienzo de la lactación (Ehrhardt et al., 2016). En animales que reciben un exceso de energía en el preparto, la movilización de NEFA del tejido adiposo es más extensa tras el parto, y esto parece ser debido a la depresión de la glucosa y la insulina en conexión con el balance energético negativo y no a un fallo de la sensibilidad a la insulina (Mann et al., 2016).

Esto nos indica que la adaptación en el preparto a una carencia de energía facilita el control posterior de la movilización de NEFA y BHBA. Lo cual reduce la incidencia de problemas metabólicos (Janovick y Drackley, 2010; Vickers et al., 2013).

Es especialmente relevante que la ingesta de materia seca y la producción de leche no difiera en relación con el nivel de energía del preparto, mientras que aparentemente el balance energético mejora cuando la ingesta de energía en el preparto es menor (Mann et al., 2015; Mann et al., 2016; Vickers et al., 2013). Una explicación a esta aparente diferencia en movilización energética sin un efecto en el consumo o en la producción puede estar en el coste energético de los problemas metabólicos y la inflamación. El efecto oxidativo del consumo hepático de NEFA podría contribuir al nivel de inflamación y al requerimiento de glucosa, consecuentemente induciendo a la mayor movilización de energía endógena. De este modo los animales que iniciasen la lactación sin una adecuada adaptación, entrarían en un círculo vicioso de difícil resolución.

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