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MEJORA DE LA RENTABILIDAD DE LAS EXPLOTACIONES A TRAVÉS DEL MANEJO ALIMENTARIO

OEA Por OEA Ago5,2018

 

 

 

MEJORA DE LA RENTABILIDAD DE LAS EXPLOTACIONES A TRAVÉS DEL MANEJO ALIMENTARIO

En términos sencilloss, la rentabilidad en la producción lechera puede definirse como la diferencia entre el precio obtenido por la leche y el coste de producción, multiplicado por los litros de leche producidos. Es muy importante que el productor tenga una noción firme de estos tres componentes (precio, coste y volumen) e intente modificarlos a su favor. Con precios de la leche altos y costes de los insumos bajos, se deben emplear todos los medios posibles para mejorar la producción y aumentar los ingresos brutos. Cuando la relación entre el precio de la leche y los insumos no es favorable, la estrategia es, por lo general, reducir los costes, pero esta estrategia de ahorro a corto plazo a menudo afecta a la productividad de la vaca a medio y largo plazo y, por tanto, a la leche producida por la granja.

Álvaro García DVM PhD* y Fernando Díaz DVM PhD**

Es fundamental que los productores identifiquen aquellas áreas en las que pueden reducir los costes sin afectar de forma negativa a las vacas tanto en el corto como en el largo plazo. La reducción del coste del alimento tiene sentido económico si la sustitución o extracción de un ingrediente de la ración no impacta la producción o la reproducción en el corto o largo plazo.

El coste de producción

Los costes de producción son variables y, a me- nudo, están influidos por el tamaño de la explotación y cuán efectivamente esta usa sus activos. Se pueden dividir en costes operativos y fijos. Normal- mente, los costes operativos se componen de la ali- mentación, el veterinario, la cama, el mercadeo, los servicios contratados, la energía (combustible, lubri- cante y electricidad), las reparaciones y los intereses sobre el capital.

Para fincas lecheras del Medio Oeste ameri- cano, los costes operativos representan aproximadamente el 60% de los totales de producción. El componente mayor es, de lejos, el coste de alimentación (casi el 70% de los operativos), el cual representa, a su vez, del 40 al 50% del coste total de producción (costes operativos más costes fijos). Por lo tanto, desde el punto de vista del productor es muy tentador tratar de reducir los costes de alimentación para mejorar el beneficio neto. La reducción del coste de alimentación tiene sentido económico si la sustitución o extracción de un ingrediente de la ración no impacta la producción o la reproducción a corto o largo plazo. Pero es difícil pensar en un in- grediente de la ración que haya sido agregado simplemente por impulso y que no se necesite para mantener la producción actual. Casi cualquier

Aun con una relación de precios insumo/producto óptima, la rentabilidad solo se maximiza cuando se produce suficiente volumen

componente puede sacarse de una dieta sin que haya efectos negativos aparentes inmediatos. El problema son los efectos posteriores, que van a ser evidentes después de algunas semanas, meses… o, incluso, en la siguiente lactación. Lo último que quiere un productor es comprometer la producción actual o futura, perjudicando el extremo positivo de la ecuación de la rentabilidad. Después de todo, el dinero empleado para producir leche, después de cubrir todos los otros gastos (costes fijos), es el que tiene el mejor retorno sobre la inversión.

Si reducir la calidad del alimento puede tener efectos negativos diferidos sobre el flujo de dinero, intentar ahorrar en otros apartados que tienen un impacto directo sobre la vaca, puede acarrear consecuencias aún más drásticas. Los costes del veterinario, las medicinas y el desgaste de las pezuñas representan por lo general cerca del 8% del coste operativo. Estos costes representan cerca de un dólar/vaca/día en fincas del Medio Oeste americano con una producción de leche cercana a por día en el tiempo que permanecían echadas al agregar en cada cubículo unos 8 kg de viruta por encima del colchón (Drissler et al., 2005).

En otro experimento se observó que, cuando la cama estaba húmeda, las vacas reducían el tiempo que permanecían echadas en 5 horas por día y aumentaban el tiempo que permanecían pa- radas con solo dos patas en el cubículo (Fregonesi et al., 2007). Una menor cantidad de cama o reem- plazar la misma con menos frecuencia, lleva a que las vacas permanezcan de pie por períodos de tiempo más prolongados. Cuando las vacas se mantienen paradas, pasan dos cosas:
1. Sus pezuñas permanecen por lo general más tiempo sobre una superficie húmeda (absorbiendo más agua y reduciendo su dureza).
2. Cada una de sus cuatro patas debe sostener unos 160 kg durante dos horas adicionales al día. El resultado de permanecer más tiempo para- das son lesiones de las pezuñas y cojeras. Las vacas cojas tienen mayores pérdidas de producción, menor fertilidad y mayores pérdidas por descarte. En EE.UU., las muertes debidas a cojeras o lesiones aumentaron un 60% entre 1996 y 2007 y las cojeras siguen siendo la segunda causa más importante de descarte, situándose cerca del 16%.

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