UNA PREOCUPACIÓN COMÚN DE TODO GANADERO
Una preocupación común de todo ganadero a la hora de hacer los silos es la posibilidad de que contengan las temidas micotoxinas que producen los hongos, bien porque ya las traiga el forraje fresco, bien porque se desarrollen durante el proceso de ensilado. Como todos sabemos los efectos de las micotoxinas en la producción láctea son muy variados.
uan Vicente González Martín. DVM, PhD, Dipl. ECBHM.
Profesor Titular Dpto. de Medicina y Cirugía Animal, Facultad de Veterinaria, UCM
TRIALVET Asesoría e Investigación Veterinaria, S.L. www.trialvet.com.
Hay micotoxinas como las aflatoxinas, que además del efecto sobre las vacas, pueden contaminar la leche haciendo que no podamos comercializarla; otros tipos pueden producir problemas reproductivos como infertilidad o abortos; otras pueden producir problemas médicos como gangrenas, inmunodepresión, hepatotoxicidad, etc.; y casi todas producen rechazo del alimento con las consecuencias que ello acarrea, muy especial- mente en las vacas recién paridas. Las variaciones en la calidad de los forrajes por la presencia en estos de hongos son bien conocidas. Todos los que trabajamos con ganado lechero alimentado con silos experimentamos continuamente esos problemas y por ello el análisis rutinario de los forrajes frescos y los silos terminados para determinar la posible contaminación por hongos y micotoxinas son prácticas habituales en todas las granjas lecheras. Pero los problemas médicos con los silos no se limitan a los relacionados con los hongos. Los hongos no son los únicos que pueden producir toxinas, hay bacterias que también pueden causar graves problemas, aunque afortunadamente son muchísimo menos comunes. Una de esas bacterias es el Clostridium botulinum. Bajo circunstancias adecuadas produce la toxina botulínica, una de las toxinas más potentes que existen en la naturaleza y que es causante de la enfermedad del botulismo. La dosis letal por vía oral en personas no se conoce con exactitud pero se estima que es de unos 70 μg, por lo que un gramo de toxina ¡podría matar a más de 14.000 personas!
Aunque la enfermedad en las vacas es poco conocida, probablemente todo el mundo ha oído hablar del botulismo humano, al menos de manera indirecta. ¿Quién no ha sido alertado del peligro de consumir conservas en mal estado, especialmente si son caseras? Todos sabemos que una lata de conservas que esté abombada porque tiene gas en su interior debe ser desechada. Ello es debido a que si en una conserva se introduce accidentalmente el Cl. botulinum, al crecer en ella fermentará el contenido produciendo gas y también producirá la te- mida toxina. La bacteria se encuentra en el suelo. Cuando las condiciones para su crecimiento no son adecuadas forma esporas y así resiste hasta más de 30 años. Las esporas son muy resistentes a altas temperaturas. Resisten perfectamente la temperatura de ebullición, y por ello las conservas caseras, que no suelen sobrepasar esa temperatura, tienen más riesgo. Las condiciones para que se reactiven las esporas y se reproduzcan son un poco especiales. Solo puede reproducirse cuando hay una fuente de alimento abundante, proteína o azúcar; con temperaturas suaves superiores a 10oC; humedad suficiente; ausencia de oxígeno y un pH no ácido mayor de 4,5. Esas condiciones se dan en muchas conservas caseras tanto vegetales como de carne o pescado. La toxina es muy duradera, pero se destruye a temperaturas superiores a 85oC en 5 minutos, por lo que si se cocinan las conservas el riesgo desaparece. En España se producen pocos casos, menos de diez al año. Si la enfermedad se diagnostica rápidamente puede ser tratada, de lo contrario es mortal.
¿Cómo se pueden afectar las vacas por botulismo?
La forma más común de afectarse es por consumir silos contaminados. La fuente de la bacteria son las esporas que se encuentran en el suelo, ya que al contrario que los hongos, el Cl. botulinum no crece en las plantas. Los forrajes cosechados con tierra son los que tienen mayores riesgos, ya que es a través de la tierra como inoculamos las espora en el silo. Plantaciones con suelos irregulares, con montículos producidos por los topos o cortes muy bajos favorecen la introducción de tierra en el silo. Por otro lado el ensilado de productos o subproductos con tierra como son las raíces y los tubérculos, o el cargado de productos directamente del suelo de tierra con la pala del tractor también son factores de riesgo. Las condiciones de anaerobiosis, falta de oxígeno, y temperatura de los silos son buenas para el crecimiento de la bacteria. Lo que impide que crezca es el pH ácido. En un buen silo de maíz las condiciones de pH no permitirán su crecimiento. Los hidratos de carbono solubles, azúcares, fermentan fácilmente y hacen que el pH descienda rápida- mente. Pero silos con pocos hidratos de carbono o con poca humedad no fermentan tan bien y son más propensos a desarrollar la toxina. Por otro lado forrajes con mucha proteína, heno o silos de hierba, tienen pHs más altos y son más susceptibles de ocasionar problemas. En las zonas en que los silos o los almacenes de paquetes de heno que contactan directamente con el suelo de tierra, el forraje se puede pudrir y desarrollar la toxina. Pero existe otra manera por la que la bacteria puede llegar al silo y es a través de un cadáver. Los cadáveres de ani- males que portaran la bacteria en su intestino, al descomponerse, pueden desarrollar en su interior la producción de la toxina. Un gato, un conejo o incluso un simple ratón que se introduzcan con el forraje al henificar o ensilar pueden ser la fuente del problema. El silo puede ser muy bueno pero en el interior del cadáver se pueden dar las condiciones adecuadas.
En ocasiones el botulismo ha estado relacionado con el uso de gallinaza. La basura de las aves por sí misma, o porque acarree también cadáveres, es una causa de botulismo, ya sea porque se usa para abonar o por su uso como cama del ganado. Hace años diagnostiqué un caso en el que el problema se encontraba en un gran pilón de agua en el que su fondo estaba lleno de heces de palomas e incluso palomas muertas que caían de un tejado del que se recogía el agua. Murieron unas diez vacas de un corral de sesenta. Las aguas encharcadas, en pozas excavadas para abrevar el ganado, o pozas residuales de ríos casi secos, también pueden acumular en su fondo cadáveres de aves y otros animales y dar lugar a grandes brotes de botulismo.
Existen otras formas de intoxicación mucho más raras. En vacas de extensivo con carencias minerales como calcio, fósforo o sal, se dan casos de botulismo por masticar huesos de cadáveres. También hay rarísimos casos en los que la bacteria crece en el intestino, la ubre o una herida y forma allí mismo la toxina. Y finalmente el botulismo se puede producir por consumo de subproductos en mal estado. En una ocasión atendí un caso en el que murieron varios cientos de terneros lactantes de un cebadero de frisones. La fuente de la toxina era una papilla compuesta por lácteos y zumos reciclados de productos caducados retirados de los supermercados que se contaminó al entrar en contacto con la tierra.
ARTICULO COMPLETO CUANDO EL SILO MATA