CÓMO ENFRENTAR LA NUTRICIÓN DE LAS VACAS LECHERAS EN PREPARTO
Esta tarea involucra una serie de desafíos que se relacionan con generar mayor eficiencia en la producción y reproducción de los animales. Conozca más detalles a continuación.
Luis Muñoz G
Llevar a cabo una adecuada alimentación de las vacas durante la etapa de preparto influye de forma directa en el desarrollo del negocio lechero, ya que reduce la incidencia de enfermedades y genera mayor eficiencia en la producción y reproducción del animal. El problema es que no todos los productores tienen consciencia acerca de estos beneficios.
“La falta de cuidado en este aspecto puede generar un impacto económico importante para el productor, el que se puede expresar en un mayor gasto en veterinario. No obstante, el mayor costo se relaciona con la eficiencia productiva y reproductiva del animal, ya que, dependiendo de los problemas que sufra, la vaca demorará mayor cantidad de tiempo en llegar a sus niveles productivos promedio y podría tener problemas para volver a quedar preñada”, explica Einar Vargas, académico del Departamento de Ciencias Animales de la Universidad Católica.
Si bien cualquier vaca dedicada a la producción de leche debería recibir estos cuidados, lo normal es que sólo se incluyan a aquellas que forman parte de planteles de alta producción o sistemas más intensivos. “En el caso del sistema pastoril, donde es imposible llevar control de todo lo que les pasa, sólo se aspira a poner a las vacas, ojalá, en praderas con baja disponibilidad de forraje, con el fin de que no engorden mucho”, asegura Raúl Cañas, ingeniero agrónomo, MgSc, PhD y académico de la Universidad Mayor.
La transición
Reincorporación de la vaca al ciclo reproductivo
La etapa de transición en las vacas lecheras — periodo que se extiende durante las últimas tres semanas antes del parto y las tres posteriores a él— es estratégica para el desarrollo del sistema productivo de la lechería, ya que es aquí donde muchas veces se hacen evidentes problemas en la salud de los animales que posteriormente afectarán su productividad.
Lo cierto es que esta fase representa un periodo de fuertes cambios para el animal, los cuales a menudo pasan desde una etapa de descanso, de 40 o 60 días —dependiendo de la estrategia del productor—, a un periodo de producción intensivo con requerimientos de 40 o 50 litros de leche por día.
“Esta etapa involucra un cambio nutricional y de manejo, lo que en muchos casos puede ser traumático para la vaca. Por ello, si no se toman en cuenta ciertos aspectos fisiológicos de los animales durante ese periodo se pueden generar perjuicios futuros para el animal y el negocio”, explica Einar Vargas.
A juicio de los expertos, los errores más comunes de los productores en este periodo se relacionan, principalmente, con malos manejos de las vacas, como no separarlas por condición, y descuidos en el diseño de sus dietas. En ocasiones, las vacas secas — a las que les falta más tiempo para el parto— se sitúan en un corral donde reciben alimentos de peor calidad, lo que puede producir que las papilas del rumen se demoren en recuperarse.
A menudo, antes del parto, las vacas lecheras, en especial las primerizas, disminuyen su consumo de alimento producto del estrés. Si bien esta situación se revierte una vez que se recuperan del mismo, puede generar un desequilibrio entre los requerimientos nutricionales y los nutrientes absorbidos por el animal, lo que derivará en problemas metabólicos de distinta índole como hígado graso, cetosis, hipocalcemia o acidosis ruminal.
De igual forma, se pueden observar distintos tipos de complicaciones como cojeras y desplazamiento de abomaso.
La extensión del balance energético es uno de los factores que más influye para que la vaca retorne a su función ovárica luego del parto. No obstante, hay que tener claro que una disminución de un punto en la condición corporal del animal —va de uno a cinco— durante el posparto puede afectar de forma importante su fertilidad.
Por ello, es importante ayudar a las vacas en transición a sobrellevar los rigores que van a sufrir durante la lactación a través de una adecuada preparación del rumen. En este contexto, llevar un adecuado control de la salud de las vacas es fundamental. Para ello, se recomienda realizar tres o cuatro semanas antes del parto exámenes que determinen la presencia de cuerpos cetónicos y midan los niveles de glucosa en las vacas.
Estado nutricional
En general, el periodo seco de una vaca se caracteriza por una alta tasa de crecimiento fetal, por lo que su peso durante el último mes puede aumentar en 50 o 60 kg, en el caso de las vacas Holstein. “Existe tendencia a que la vaca se sobre engorde y tenga problemas al parto con consumo ad lib. Por ello, se recomienda limitar su consumo de Materia Seca (MS) a 2% de su peso”, explica Raúl Cañas.
Lo cierto es que la densidad energética en la dieta de una vaca Holstein en preparto debe moverse entre 1,5 y 1,6 megacalorías por kg de MS. Luego, en posparto, esta cantidad debe aumentar a 1,6 o 1,7 megacalorías por kg de MS.
Cabe destacar que los requerimientos de las vacas dependerán de su raza y de la estrategia del productor lechero. En Argentina, por ejemplo, la raza Holando-Argentino consume entre 9 y 10 kg de materia seca por día. Otras razas más pequeñas como la Jersey, en tanto, comen alrededor de 8 kg de MS al día.
No obstante, lo más importante, según los expertos, es que cualquier cambio en la dieta de los animales se lleve a cabo de forma paulatina. “Puede que una vaca coma el equivalente a 70% de forraje y 30% de concentrado y que cuando el productor quiera lanzarla a producir le cambie la dieta a 50% de forraje y 50% de concentrado. Esos cambios, sobre todo si se hacen de forma violenta, afectan mucho el ecosistema ruminal de las vacas”, explica Einar Vargas.
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