En periodos de estrés por calor el ganado vacuno pierde fluidos y nutrientes que son esenciales para una óptima producción. La combinación de calor y humedad compromete la capacidad de las vacas para disipar el exceso de calor corporal.
temperatura son esenciales para luchar contra el calor ambiental; sin embargo, cada vez es más evidente que estas medidas no son suficientes para mitigar las consecuencias fisiológicas del estrés por calor.
El estrés por calor comienza cuando la capacidad de la vaca para disipar el calor es excedida por el calor generado por el metabolismo y las condiciones ambientales. La humedad es también un factor importante que contribuye al estrés generado y la principal forma de cuantificación es el índice de temperatura-humedad (THI).
Las vacas lecheras son especialmente propensas a aumentar el calor metabólico, debido en parte a su dieta rica en energía, alto consumo de alimento y la actividad metabólica necesaria para la digestión y la producción de leche. Estos factores conducen a excesiva temperatura corporal durante períodos de estrés por calor lo que se traduce en reducciones de la tasa de concepción entre el 10-20% en los EE.UU, teniendo un mayor impacto en las regiones subtropicales y desérticas.
La vaca lechera afectada por el estrés por calor afronta una serie de cambios fisiológicos y de comportamiento que ayudan a controlar sus efectos negativos.
Una de las más importantes es el descenso de consumo de materia seca, que puede llevar a un balance energético negativo. Como consecuencia se produce un deterioro en la producción láctea y componentes de la leche.
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