HÍGADO GRASO EN VACAS LECHERAS
Esta enfermedad metabólica, que en países como Estados Unidos genera cuantiosas pérdidas económicas todos los años, puede llevar a que el animal sufra otras patologías secundarias e incluso muera.
Dr. Pedro Meléndez
El hígado graso es una enfermedad metabólica típica del ganado lechero, que en la industria de la leche en Estados Unidos genera pérdidas anuales por alrededor de US$ 60 millones.
Se caracteriza por una acumulación excesiva de grasa en el hígado, lo que determina que la funcionalidad de este se vea disminuida debido al daño estructural de sus células.
En un hígado normal, el contenido de grasa no supera el 2%, aunque cuando comienza el proceso de acumulación esta puede llegar a ser más del 20% del contenido total del hígado, es decir, registra 10 veces más de de lo que contiene un hígado sano.
Las causas
Antes de parir, la vaca lechera comienza a disminuir su consumo de alimento de forma natural. El día del parto incluso no consume alimento. Sólo comienza a subir su consumo después de parir. De hecho, la vaca puede llegar a comer su máxima cantidad de alimento entre los 80 y 120 días en leche, alcanzando un consumo de cerca de 30 kg de materia seca, en el caso de vacas de alta producción, y de 24-26 kg, en el caso de un rebaño estándar.
A medida que avanza la gestación, el consumo de alimento comienza a disminuir lentamente, para llegar a 10 a 14 kg el día antes del parto, es decir, la mitad del peak de consumo en el primer tercio de lactancia. Luego, a partir del parto, la vaca comienza a producir leche de forma copiosa, para lograr su peak alrededor de los 35-60 días en leche, en el caso de vacas de 2 o más partos, y entre 90 y 120 días en leche, en el caso de vacas de primera lactancia.
Lamentablemente, el consumo de alimento es mucho más lento que el incremento en la producción de leche. Por lo tanto la vaca debe movilizar grasas de sus reservas corporales (grasa subcutánea y grasa abdominal) para poder aportar la energía necesaria al proceso de producción de leche. Así, la movilización de grasa en una vaca de posparto es un fenómeno normal, que se evidencia al medir en la sangre los famosos ácidos grasos no esterificados (NEFA en inglés), los cuales pueden pasar de < 0,3 mEq/L antes del parto a 0,7-0,9 mEq/L al momento de este y los primeros 3 días de lactancia. El problema es que cuando esta cantidad de NEFA es mayor a las concentraciones mencionadas, se puede empezar a acumular de forma patológica en el hígado. Y es que naturalmente, cuando la sangre pasa por el hígado, los NEFA son capturados por las células hepáticas y reensamblados en moléculas de mayor tamaño llamadas triglicéridos. Se llaman así porque son 3 ácidos grasos que se unen a una molécula de glicerol. Estos triglicéridos deben ser exportados hacia la sangre de nuevo en forma de lipoproteínas de baja densidad (VLDL). No obstante, si la cantidad de NEFA captada por el hígado es excesiva, y por lo tanto la cantidad de triglicéridos depositados es mayor a lo normal, existirá una acumulación lenta en el tiempo — que puede llegar a ser excesiva— y, por ende, afectar la funcionalidad de las células hepáticas. Cabe destacar que cuando estas grasas empiezan a superar el 5% del peso vivo del hígado, el daño de este órgano comienza a hacerse más evidente e irreversible. De hecho, esto podría terminar produciendo la muerte de la vaca.
Lo interesante es entender que debido a la gran cantidad de sangre que pasa por el hígado durante el día de una vaca que está produciendo leche, se puede producir una acumulación de grasa por sobre 10%-15%, incluso puede ocurrir en un periodo de 48 a 72 horas. Todo esto, por supuesto, generará consecuencias desastrosas para la vaca.
Por lo tanto, la clave es reconocer los factores de riesgo que llevan a un aumento excesivo de NEFA en la sangre y así desarrollar un programa de manejo preventivo de esta enfermedad. Lamentablemente, cuando el hígado se encuentra saturado de grasa -más de 10%-, los tratamientos son poco efectivos y la vaca comienza a desarrollar otras enfermedades asociadas, como la cetosis, los desplazamientos del abomaso, la mastitis y la metritis, entre otras, las cuales complican el funcionamiento normal de su organismo.
Cuáles son estos factores que se asocian a la movilización excesiva de grasas después del parto?
1-Obesidad de la vaca: La obesidad, al igual que en los humanos, es un problema grave en la vaca lechera, sobre todo si pare con una condición corporal excesiva sobre 3,75 (escala 1-5). Una vaca obesa al parto come mucho menos alimento que una normal, por lo tanto al momento del inicio de la lactancia moviliza mucha más grasa, alcanzando niveles de NEFA en sangre por sobre 0,9 mEq/L. Este exceso de grasa satura el hígado. Por lo tanto, es importante secar a la vaca con condición corporal moderada (2,75 a 3,0) y no sobre alimentarla hacia finales de la lactancia. Esto es válido también para vacas de primer parto, sobre todo en los estados iniciales del crecimiento. Las vaquillas no deben ganar peso excesivo sino lograr ganancias moderadas de entre 0,7 y 0,8 kg/d, con el fin de llegar al peso de encaste a los 13 a 15 meses y una condición corporal de 3,25 a 3,5. Durante la gestación, además, la alimentación debe ser moderada, ya que las hormonas de la preñez hacen que la vaquilla gane peso y condición mucho más rápido. Por otro lado, una vaquilla obesa al parto será más propensa de desarrollar una distocia o parto dificultoso y enfermedades secundarias, lo que agravará más su estado de posparto.
ARTICULO COMPLETO LOS ALCANCES DEL HIGADO GRASO EN VACAS LECHERAS