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MEJORA DE LA EFICIENCIA DEL USO DEL NITRÓGENO EN LECHE A TRAVÉS DEL MANEJO DE LA NUTRICIÓN DEL GANADO LECHERO

OEA Por OEA Jul31,2020

 

 

 

 

 

MEJORA DE LA EFICIENCIA DEL USO DEL NITRÓGENO EN LECHE

1.- INTRODUCCIÓN

La ganadería lechera es uno de los sectores agrícolas más importantes de la Unión Europea (UE), representando una proporción significativa del valor de la producción agroganadera. Sin embargo, esta producción tiene un impacto ambiental considerable. El ciudadano lo reconoce y presiona a la industria láctea para que actúe de una manera más responsable desde el punto de vista ambiental. El uso extensivo del nitrógeno (N) ha conducido al fenómeno descrito como la cascada de N, que refiere a la circulación de N antropogénico en ecosistemas naturales que causan efectos múltiples en sistemas atmosféricos, de agua dulce y marinos. La agricultura es el principal contribuyente a este fenómeno que representa aproximadamente el 78% del N total que entra en el medio natural. Se han propuesto varias estrategias para mitigar este considerable impacto medioambiental de la agricultura, y probablemente el estudio más completo de la UE sobre el uso de N en la UE (European Nitrogen Assessment) sugirió que la mejora en la eficiencia del uso del N en la producción animal era una acción clave para mejorar el problema del exceso de N (Sutton et al., 2011).

Andreas Foskolos Aberystwyth University, Wales, UK

En el ganado lechero, el índice de eficiencia utilizado con más frecuencia es la eficiencia del uso del N en leche, definida como la proporción del N ingerido que se retiene en la leche: MNE (%) = (N en leche / N ingerido) × 100. Recientemente, se ha demostrado que este índice refleja en buena medida el balance total del N en la vida productiva de la vaca y en la valoración dentro de la explotación en conjunto (Foskolos y Moorby, 2016). Varios meta-análisis y estudios específicos realizados en diferentes países han estimado un valor promedio de alrededor del 28%. Esta MNE es sustancialmente inferior al máximo teórico (40-45%) o la MNE actualmente alcanzada por las granjas lecheras de alta producción en la región de Nueva York de los Estados Unidos (38-40%, Van Amburgh y Foskolos comunicación personal), lo que sugiere que existe un gran potencial de mejora en la mayoría de las granjas lecheras.

Existen dos estrategias para mejorar la MNE: (i) aumentar la producción de N en la leche para una misma ingestión de N; o (ii) reducir la ingestión de N de la dieta manteniendo el nivel de la producción de la leche.

Teniendo en cuenta el alto nivel de producción de leche de la mayoría de las vacas lecheras, es posible que podamos anticipar mejoras pequeñas a corto plazo. Por el contrario, ha sido una práctica habitual sobrealimentar en N por encima de las necesidades como ‘factor de seguridad’, lo que sugiere que la reducción de la ingestión de N es posible sin afectar la producción.

La sobrealimentación proteica se ha practicado tradicionalmente como un enfoque de manejo para superar la variación de forraje en fincas con mal manejo nutricional (Satter et al., 2002), y porque varios modelos de formulación de dietas no son sensibles a dietas bajas en proteínas (Tylutki et al., 2008, Foskolos y Moorby, 2017). Por lo tanto, nuestro objetivo es promover un manejo nutricional mejorado para el ganado lechero utilizando modelos de formulación sensibles a dietas bajas en proteína e implementarlos en la práctica.

2.- EL MANEJO NUTRICIONAL DE LA GRANJA

La formulación de raciones con niveles de proteína bruta por encima de las necesidades reales para el mantenimiento y la producción resulta en un desperdicio de dinero en alimentos ricos en proteína. Además, aumenta la excreción de N, principalmente en forma de N urinario. Como se muestra en la figura 1, cuando el aporte de N es mayor que la disponibilidad de energía (es decir, que el aporte de energía metabolizable es el factor limitante para la producción de leche), el exceso de N no se convierte en proteína láctea. Como resultado, este exceso de N se excreta en la orina, aumentando el potencial de contaminación.

Por otro lado, si las dietas están formuladas para satisfacer las necesidades exactas de los animales, nos enfrentamos al riesgo de alimentar realmente por debajo de este nivel. Una dieta se formula a base de materia seca (MS) mientras se prepara en base fresca. Sin embargo, la MS del forraje no es constante, especialmente cuando estamos alimentando dietas basadas en ensilaje. Por ejemplo, si formulamos una dieta con ensilaje de alfalfa al 50% MS, y en la formulación asumimos (o mejor analizamos) que el ensilaje tiene un contenido de MS del 35%, se puede calcular que la ingesta diaria de 12 kg MS proporcionará 325 g de proteína metabolizable. Si, debido a la variación diaria, el contenido de MS del ensilaje de alfalfa cae al 25%, pero no se realiza ningún ajuste en la cantidad de materia fresca de la alfalfa, el aporte diario de proteína metabolizable bajará a 210 g. Esto significa una reducción de 115 g de proteína al día simplemente por no controlar la variación en el contenido de MS del silo. Dado que la dieta se formuló para satisfacer las necesidades reales de proteína, esto dará como resultado una caída significativa de la producción de leche o del contenido en proteína de la leche. Por lo tanto, es crucial, cuando alimentamos vacas lecheras con dietas formuladas para cumplir con las necesidades de N, realizar un análisis semanal o quincenal de la materia seca de los forrajes que se utilizan, y luego ajustar las mezclas de la ración. Aunque esto parezca laborioso, las tecnologías actuales y baratas, tales como sondas para medir la humedad o el uso de microondas, se pueden utilizar para proporcionar resultados en el plazo de 30 minutos. Este ajuste no sólo mejorará la MNE, sino que también reducirá el coste de alimentación

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