ROMPIENDO EL MITO DEL ENGRASAMIENTO DE LA GLÁNDULA MAMARIA DE LAS VAQUILLAS

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LA GLÁNDULA MAMARIA DE LAS VAQUILLAS

Investigaciones recientes sugieren que el impacto del exceso de energía durante el desarrollo sobre la futura producción de leche en la primera lactancia no se explica porque la glándula mamaria de la vaquilla se haya engrasado, sino por otros factores como la ocurrencia de un desbalance de energía y proteína.

El crecimiento —aumento de peso, tamaño y composición corporal — de las vaquillas de reemplazo de lechería, que asegure una óptima producción de leche y longevidad, debe ser llevado a cabo en un corto periodo de tiempo y considerando el mínimo costo posible para el productor.

Dr. Pedro Meléndez

Los estudios publicados durante los últimos 40 años sugieren que la producción de leche de las vaquillas durante su primera lactancia se reduce a la mitad si las ganancias diarias de peso (GDP) son mayores durante el periodo prepuberal, especialmente si el consumo de energía en exceso se asocia a un incremento en la deposición de tejido adiposo en el animal. Se sabe desde los años 60 que en la medida que aumenta el consumo de energía también lo hace el depósito de grasa corporal, lo que conlleva a una reducción en la producción de leche supuestamente producto de cierto grado de infiltración de grasa que podría desarrollar la glándula mamaria durante el estado prepuberal. Esta aseveración, que se ha transformado en una especie de mito dentro de los ganaderos y la comunidad veterinaria y agronómica, parece no ser tal.

En las siguientes líneas abordaremos este tema a través del análisis de un artículo de revisión de literatura recientemente publicado en el Journal of Dairy Science, cuyo primer autor, el Dr. Mike Van Amburgh, profesor del colegio de Ciencias Animales de la Universidad de Cornell y líder del modelo nutricional CNCPS, visitará Chile en agosto próximo para participar en un seminario que va a tratar sobre la crianza artificial de terneras y el crecimiento de vaquillas.

El título del artículo es “Symposium review: Integration of postweaning nutrient requirementsand supply with composition of growth and mammarydevelopment in modern dairy heifers” y sus autores son M. E. Van Amburgh, F. Soberon,M. J. Meyer, y R. A. Molano.

La revisión del Dr. Van Amburgh integra los conceptos de crecimiento corporal, composición de los tejidos y requerimientos nutricionales, además de abordar el desarrollo de la glándula mamaria y el rendimiento productivo de la primera lactancia.

También discute cómo la etapa de madurez y las tasas de ganancia de peso en cada fase del desarrollo fisiológico pueden resultar en cambios de la composición corporal que ayudan a explicar la producción de leche observada en publicaciones de antaño.

Sabemos que la composición corporal está directamente relacionada con las tasas de crecimiento, composición de la dieta y etapa de madurez del animal. El impacto de un mayor grado de gordura en las vaquillas sobre la producción de leche a la primera lactancia es de tipo lineal e inversa. Otros estudios han refinado esta observación y han asociado la menor producción de leche a un consumo de alimento más reducido en animales que presentan un mayor contenido de grasa corporal. Esto se ha enfocado a muchas líneas de investigación que están estudiando el metabolismo de las vacas de transición y su asociación con la resistencia a la insulina y la interacción entre obesidad y producción de leche.

Así, al evaluar los resultados de estudios en vaquillas pre-púberes relacionados con las tasas de crecimiento, desarrollo mamario y producción de leche, es esencial entender la composición corporal de la vaquilla al parto. Por ejemplo, una vaquilla con bajo peso corporal al parto y menos contenido de tejido adiposo va a priorizar la partición de nutrientes para el crecimiento a expensas de la producción de leche, mientras que una vaquilla con mayor contenido de grasa (más obesa) va a tener respuestas metabólicas de posparto similares a vacas maduras que paren con mayor condición corporal. Las metas de peso corporal para varias etapas del crecimiento se describen en el NRC del 2001, el cual establece que el peso de una vaquilla al primer parto debe ser el 85% del peso vivo de una vaca madura.

Las vaquillas que se encuentran obesas al momento de la pubertad y la preñez, van a continuar siendo obesas hasta el momento del parto, ya que estarán constantemente en balance energético positivo. Así, se va a mantener el grado de adiposidad, el cual podría aumentar dependiendo de cuándo se preñen. Por lo tanto, es importante asegurar que la tasa de crecimiento o ganancia de peso deseada y la edad de la concepción se establezcan temprano en la vida, y que el tamaño o peso maduro del animal según la raza sea conocido, ya que esto va a permitir ajustar los requerimientos nutricionales y el aporte de nutrientes para minimizar la probabilidad de “engrasamiento” en la medida que se mantenga un adecuado crecimiento pre y posservicio reproductivo.

Por otro lado, si la preñez se retrasa por alguna razón, como la utilización de la edad en vez del peso vivo como criterio de inseminación, lo más probable es que las vaquillas al acercarse al parto —en los últimos dos a tres meses de gestación — ganen mayor condición corporal, debido a que se encontrarán en una etapa del crecimiento donde la retención de proteínas será más baja y la capacidad de retener tejido adiposo más alta. Esta falta de equilibrio entre la energía y la proteína se puede exacerbar en el tercer trimestre de gestación, ya que la mayoría de las lecherías solo manejan un grupo de vaquillas preñadas. Además, los mayores requerimientos de proteína que comienzan en el tercer trimestre de gestación rara vez se consideran en la formulación de raciones. Así, dietas deficitarias en proteína, con un mayor contenido de energía, van a llevar a las vaquillas a ganar más condición corporal antes del parto. El cambio en los requerimientos de energía y proteína son significativos a partir de los 191 días de gestación, donde se ve un incremento en el requerimiento de energía metabolizable de 5,1 Mcal al día y de proteína metabolizable de 280 gramos al día. Estos cambios en los requerimientos de energía y proteína se pueden ver enmascarados si el peso vivo maduro del animal y su estado de crecimiento no se consideran al inicio del periodo de alimentación después de la inseminación. Así, las vaquillas pueden ser alimentadas con más energía de la necesaria y menos proteína de lo que se requiere. Esto va a llevar a reducir el crecimiento de las vaquillas a expensas del crecimiento fetal, resultando en animales que no van a lograr el objetivo de su peso maduro y alterando de forma negativa la producción de leche de su primera lactancia. En base a esta evidencia, se recomienda manejar en las lecherías 2 grupos de vaquillas preñadas: uno durante el primer y segundo tercio de preñez; y otro durante el último tercio de la preñez. Así, este último puede manejarse de mejor forma en cuanto a los requerimientos energéticos y proteicos del feto; el crecimiento de las vaquillas; y el desarrollo adecuado de la glándula mamaria y el calostro.

El concepto obesidad

Respecto del concepto de obesidad o crecimiento acelerado en el estado prepuberal y de cómo esto afecta el desarrollo de la glándula mamaria, los estudios de antaño concluyeron que el exceso de energía en la dieta afectaba a la glándula mamaria producto de la infiltración de grasa de la ubre en desarrollo. Sin embargo, estudios más recientes han permitido determinar que el desarrollo mamario, medido como contenido de ADN, del tejido o parénquima mamario a la pubertad, variaba en aproximadamente un 100% (entre +48% a -60%) sin haber una diferencia significativa en los niveles de producción de leche durante la primera lactancia. Esto sugiere indiscutiblemente que el desarrollo mamario, cuando se mide como contenido de ADN en la pubertad, no es un buen indicador de la producción futura de leche. Sin embargo, esto no significa descartar el concepto de que el desarrollo mamario no es importante, sino más bien brinda la oportunidad de considerar que tipos específicos de células, en lugar de mediciones totales de ADN —como un proxy para establecer el número de células —, son mucho más importantes. Datos de estudios recientes en terneras de lechería antes del destete sugieren que las células madre que dan origen a las células productoras de leche en la glándula mamaria parecen ser nutricionalmente más sensibles durante el periodo de alimentación con leche, y que una mayor ingestión de nutrientes durante este período parece aumentar su proliferación. Esto apunta a que cualquier estudio sobre el desarrollo mamario avanzando debe centrarse en tipos de células específicos y no en la cantidad total de células de distintas características, sobre todo porque las primarias en el desarrollo de la ubre durante el crecimiento prepuberal son únicas. Este tipo de células, que no secretan leche, son llamadas epiteliales escamosas y forman los conductos de la glándula mamaria.

Estos hallazgos vienen a romper el mito de que el exceso de energía durante el periodo prepuberal puede afectar el desarrollo de la glándula mamaria por un efecto de infiltración grasa de la ubre. El impacto negativo del exceso de energía durante el desarrollo de la vaquilla que tiene sobre su futura producción de leche en la primera lactancia, no se explica porque la glándula mamaria se haya engrasado, sino por otros factores como un desbalance de energía y proteína (deficiencia proteica), lo que a su vez puede afectar el crecimiento de la vaquilla y el desarrollo de la ubre durante el periodo pre y postpuberal, sobre todo durante el último tercio de gestación.

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